Las historias de los amantes relojeros que han alcanzado el éxito son emocionantes, conocer los inicios de esa pasión y cómo lo han logrado nos encanta, es por esto que ahora queremos contarles la inspiradora historia de Ferdinand Berthoud, una marca que nace de una familia de distinguidos relojeros suizos.
La historia de un científico relojero (Ferdinand Berthoud)
Nació en 1727, en el corazón de la región de Val-de-Travers, Neuchâtel, Suiza. A los catorce años comenzó a interesarse en la relojería gracias a su hermano Jean-Henry, que lo tomó como aprendiz de relojero en Couvet.
A los 18 años se mudó a París, donde sus habilidades de relojería se perfeccionaron. Para ubicarnos en el tiempo, era la Era de la Ilustración, el conocimiento adquirido era un tesoro y la Real Academia Francesa de Ciencias era un gran apoyo. Aquí se formó como ingeniero científico, su habilidad manual y su don para la mecánica pudieron florecer, marcándolo como uno de los mejores horólogos de todos los tiempos.
Ferdidnand presentó a la Academia un reloj de ecuación que le dio el título de Maestro relojero a los 26 años. Era tan respetado que escribió artículos de referencia en Enciclopedias e incluso, publicó obras especializadas de relojería relacionados con el uso civil, astronomía y navegación y establecimiento de principios confirmados por la experiencia.
Los primeros relojes navales del mundo
Con apoyo de la realeza y la armada, realizó pruebas para la construcción de los primeros relojes marinos en el mundo. Los relojes resistieron con éxito las condiciones durante un viaje de 18 meses. El reloj marino se usó para determinar la posición real del barco en un mapa y para calcular la longitud hasta el medio grado más cercano basándose en observaciones astronómicas. Una primicia para la Armada Real francesa.
En 1769, Ferdinand Berthoud invitó a su sobrino, Pierre-Louis Berthoud (1754-1813), comúnmente conocido como Louis Berthoud, un talentoso joven relojero que ayudó en la producción y el mantenimiento de los relojes marinos que suministró a las armadas francesa y española.
El nacimiento de una dinastía de maestros relojeros nace oficialmente en 1775, cuando Ferdinand confirmó la apertura de su taller en parís en compañía de su sobrino. Transmitiendo así los conocimientos de uno de los mejores horólogos de todos los tiempos y que continua pasando de generación en generación.
Para convertirse en un taller que emplea los conocimientos científicos con gran precisión y extrema elegancia para crear relojes únicos.
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